sábado, 24 de febrero de 2007

YO SOY LA PUERTA

YO SOY LA PUERTA

Jesús dijo: Yo Soy la puerta, el que por mi entra, sale y encuentra pastos. Esta no es una situación figurativa sino un espacio intangible que realmente comunica umbrales espirituales diferentes. Son como entradas a dimensiones espirituales. Cuando se atraviesan puertas espirituales se producen cambios. En el Reino de Dios hay puertas que accesan a diferentes dimensiones, pero hay que encontrarlas. Luego, encontramos que las puertas tienen llaves, por ejemplo al Apóstol Pedro le dieron unas y a David le dieron otras.

Nuestra vida espiritual es dinámica y necesita cambios, nuevas vivencias, nuestro ser espiritual interior se va renovando cada día y necesita cambios dimensionales. Así es el reino. Pero hay un precio que pagar por abrir las puertas: oración, ayuno, lucha, perseverancia, entre otras cosas. La salvación del Calvario en el sacrificio de Cristo Jesús, para nosotros es gratuita, Cristo pagó. Para cambiar de dimensión hay que buscar las puertas que nos conduzcan y hay dimensiones inexploradas. El Espíritu Santo nos manda buscar las cosas de arriba. Cuando Josué se aprestaba a entrar en la Tierra Prometida dijo: a la tierra donde vamos no la conocemos. Así es nuestra vida nueva, la debemos conquistar, pero es desconocida para nosotros. Si hay estancamientos espirituales y aburrimiento, es el tiempo de buscar puertas.

Para esto hay que rogar a Dios, “presionar al cielo” para que nos manden guía que nos muestre el camino de la tierra nueva. Y tenemos el Espíritu Santo: visto en figura la persona de Josué. El Salmo 23, indica que aunque se atraviesen valles de sombras no debemos temer. Estos valles son lugares de paso, solo para atravesar, porque en el verso siguiente le sirven mesa frente a sus angustiadores. En el valle de sombras Jehová le auxiliaba con su vara, el Espíritu Santo y su callado, Cristo, que le infundían aliento.

Después de ungido, David durante un tiempo no fue reconocido rey. Antes bien debió refugiarse. Pero debía tomar Jerusalén y reinar, proyección del bienestar y prosperidad espiritual. Esta era una ciudad fortificada, difícil de tomar. Solo se podía llegar por un túnel: oscuro, difícil. Tan fortificada estaba que los jebuseos pensaban que ciegos y cojos bastaban para defenderla. Entendiendo como ciegos aquellos sin visión espiritual y cojos los inestables o perezosos espirituales, con los cuales no hay que mezclarse porque desaniman al pueblo de Dios.

Jerusalén y su esplendor tenía una puerta escondida por donde entrar: el túnel, pero había que cruzarlo, los victoriosos tendrían acceso a las bondades y reino de David, representación de la victoria espiritual en Cristo. Posiblemente era un túnel oscuro, estrecho y húmedo; se debía caminar encorvado (humillación), era peligroso y difícil de caminar; pero era necesario atravesarlo. Los enemigos, no se imaginaron el acceso secreto, el túnel; así es el diablo, trata de engańar indicando que no hay acceso, que no existen posibilidades de victoria, todo está amurallado. Mentira, Dios ha dejado una puerta, un túnel de acceso. Trabajoso, estrecho, oscuro, resbaladizo, difícil pero conduce con seguridad a la victoria. Todos tenemos frente a nosotros un túnel, hay que entrar.

Hay que ser valiente, no ver atrás, el reino lo arrebatan los valientes. También es como un parto, un túnel, para salir del vientre estrujan el nuevo ser, salen como muertos; un bebé si no sale después de 9 meses puede matar a la madre y morir él mismo. Así, es necesario dejar de ser feto, el nuevo ser debe cruzar la puerta y salir a la nueva vida.


Pastor. Ricardo Pantoja Cruz

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