miércoles, 21 de febrero de 2007

FORJADORES DE ARMAS

FORJADORES DE ARMAS

Parte de las estrategias militares terrenas incluyen el ataque de arsenales, bodegas, fuentes de agua, rutas de abastecimiento, caminos y otras, especialmente la destrucción de las fábricas de armamento. Tal estrategia se ve también en el plano espiritual, donde los forjadores, preparadores y abastecedores de armas para el pueblo de Dios, son hechos blanco del enemigo. Antiguamente los herreros (hombres que trabajan con fuego avivado en la fragua), eran los que forjaban las armas.

La armadura con que el cristiano pelea, no es terrena, es celestial y le pertenece a Dios (Ef.6:11). Dios es nuestro abastecedor de “armas” espirituales (Ef.6:14-17). Sin embargo, por medio de los ministerios, el Espíritu Santo Dios “forja” y entrega esas armas a su pueblo. De allí que hay ministerios que tienen verdaderos “ejércitos” de oración en las congregaciones. Hermanos que oran, leen la Biblia, predican, enseńan y ejercen los dones del Espíritu, son forjadores de armas, valiosísimos para el Cuerpo Místico de Cristo, caídos o muertos ya no sirven para nada.

Los filisteos mataban a los forjadores de armas (herreros), dejaban panaderos (fabrican y cambian el pan por dinero), artesanos y otros. Aquellos que trabajan haciendo “algo” para el reino son buscados como blanco del enemigo, pero también son fortaleza de Dios, atalaya (Ez.3:17) y baluarte por el que vive dentro de nosotros, el Seńor que es mas fuerte que todos (1 Jn.4:4).

Los filisteos tomaron una posición que le permitía verse superiores, pero el ejército de Israel temblaba ante Saúl, los tenía bajo una cultura de miedo. Bajo amenaza de muerte, no les permitió comer miel de los árboles, aunque estaban desfallecidos (1 Sam.14:24,29) (figura de ministros que guardan para sí la revelación). Cuando hay guerra espiritual, el pueblo de Dios debe estar bien alimentado de su Palabra.

Su hijo Jonatán fue el que comió, tenía una vara (tipo del Espíritu Santo) con la cual recogió la miel. Por esto Saúl lo quería matar (1 Sam.14:27,43,44). Al comer la miel, los ojos de Jonatán se aclararon y vio la cultura de miedo que Saúl tenía sobre Israel. La miel proyecta la Palabra de Dios revelada, de donde podemos pensar que cuando tenemos revelación por el Espíritu, se nos aclaran los ojos espirituales, podemos ver la realidad y vencemos el temor. Jonatán comió miel y Saúl no lo pudo matar.

Saúl tenía 600,000 mil y la cabeza de él sobresalía sobre ellos (notemos capítulo 13 verso 13, número de rebelión), fue afectado por el orgullo, rebelión = hechicería (1 Sam.15:23). Saúl era orgulloso. Hizo bien el altar, las piedras, el fuego, el cordero, pero no esperó al profeta (1 Sam.13:10). Dios no quería sacrificio, quería obediencia, y lo cortó. Saúl se salió de la cobertura. No conservó el mandamiento (1 Sam.13:13). El llamado que era para Saúl se lo dieron a David. Si Saúl hubiera hecho caso, su trono hubiera sido “duradero”, por eso era la prueba (1 Sam.13:13,14) venía un gran premio para él. Pero lo perdió.

En todo Israel no había herreros (forjadores), los filisteos los habían eliminado para que los israelitas no se forjaran lanzas ni espadas (figura Palabra de Dios). De esa manera los obligaban a “descender” a sus tierras para afilar sus instrumentos con herreros filisteos, notemos rejas de arado, azadones, hachas y hoces eran preparados por filisteos. Figura de la ingerencia del enemigo en el trabajo espiritual (preparación de la tierra y cosecha), del pueblo de Dios.

Saúl no respetó las instrucciones de Dios, dadas por el profeta, no reconoció la autoridad y sobrevino posteriormente el desastre sobre su pueblo. Pueblo que no reconoce autoridad corre el riesgo de caer bajo dominio filisteo, que aniquilará sus forjadores de armas, está bajo demonio filisteo y éstos son los que les manejan sus armas. Como consecuencia a la hora de presentar batalla estarán sin armas.

El Seńor usa hombres delegados de su parte (Mt.10:40). Notemos que Felipe el evangelista de los 7 diáconos, no imponía manos para ministrar el Espíritu Santo, hasta que llegaron los apóstoles (Hch.8:14-17). También Pedro y Juan corrieron hacia el sepulcro. Juan se sujetaba a Pedro cuando joven, de viejo en Patmos recibió la revelación del Apocalipsis (Ap.1:9-11).

Pastor. Ricardo Pantoja Cruz

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