domingo, 25 de febrero de 2007

.SACRIFICIO DE ALABANZA

.SACRIFICIO DE ALABANZA

Si alguien dice que conoció a Jesús, es inevitable que alabe a Dios. Cada vez que Jesús hacía un milagro, había respuesta en alabanza para Dios. La primera seńal del espíritu resucitado es la alabanza. Necesariamente debe darse alguna forma de expresión. Fuimos creados para alabanza de la gloria de Dios. Alabar a Dios es el primer paso para lograr la victoria espiritual. En el Salmo 76:1-3 la Biblia nos muestra el proceso:

Dios es conocido en Judá (significa alabanza): Allí es donde primeramente El es dado a conocer. Dios baja (hebreo) sobre la alabanza de su pueblo, cosa que la ofrenda no logra. Con címbalos, con sonido de trompeta, todo lo que respira debe alabar a Jehová (Sal.150:6). El canto para Jehová es la marca genuina de los salvos, es lo que le podemos ofrecer a El, el Espíritu Santo nos ha puesto esta seńal y capacidad de ofrecer a El nuestro canto.

Al tabernáculo del desierto no se podía entrar sin ofrecer sacrificio (alabanza). No se podía acceder al Lugar Santísimo sin haber pasado por el altar del sacrificio en los atrios. La alabanza es como un sacrificio en el altar de bronce que permite por la Sangre de Cristo, nuestra entrada al Lugar Santísimo. Pero el sacrificio también significa muerte, el morir a sí mismo a fin de vivir para Dios. En los cultos cristianos este momento se vive al principio, durante la alabanza. Sin embargo, hay pueblo de Dios que llega tarde y no participa, porque no les gusta o bien no le dan la importancia que tiene y no se esfuerzan. Insistimos en esto: sin el sacrificio de los atrios no se podía llegar al Lugar Santísimo.

De allí que el enemigo trate de impedir que el pueblo de Dios ofrezca su sacrificio de alabanza en los cultos y ponga cualquier tipo de obstáculos para que lleguen tarde o no asistan, porque hay bendición. Especialmente los tiernos en el espíritu debieran tener alabanza. La alabanza que le tributamos a Dios, indica como somos en realidad.

Dios es el único que puede alabarse a sí mismo sin caer y en el Génesis vemos que no había sido creado el hombre todavía y ya Dios se alababa por lo bueno de sus obras. Al hombre, imagen de Dios, también le gusta ser alabado porque la naturaleza de Dios se refleja en nosotros. Sin sacrificio no se puede alabar a Dios. Pero como que es difícil hacerlo cuando tenemos problemas. Sin embargo, una vez que comenzamos, las cargas se van. Nuestros días de descanso no deben impedir nuestro sacrifico de alabanza. Israel no reconoció el tiempo de su visitación y quedó desolada. El perezoso ama el sueńo y pronto viene su ruina.

Pero el tiempo del sacrificio de alabanza hay que aprovecharlo bien, no hay que hacer otra cosa. Si no, no accedemos a los “panes” del Santo (Palabra de Dios), ni nos alumbra el candelabro (revelación). Porque no se pagó el precio para entrar, no hubo sacrificios de alabanza. Sin importar clase, edad, ni condición económica, todo aquel que es salvo debe alabar a Dios. Había sacrificios para todos, de todo tipo: tórtolas, pichones, becerros, ovejas, harina, aceite,.. no había excusa para no sacrificar.

En Israel (su pueblo) es grande su Nombre: es un segundo plano, Judá (alabanza) es primero, el que canta a Jehová, tiene la confianza de decirle su Nombre. Por ejemplo, no puede ser que otro, que no sea aquel que tiene el corazón de Dios, como David, compusiera los salmos. Hay tiempo para todo, con mas razón debe haberlo para alabar a Dios. Así en esta segunda etapa, se desarrolla una mayor intimidad con Dios y El manifiesta entonces la grandeza de su Nombre sobre cada uno, esto son bendiciones y distinción de los demás.

En Salem está su tabernáculo: es un tercer plano, una tercera etapa que implica un oficio, y un servicio para El. Aquí se fija en Salem la sede del tabernáculo de Dios, el lugar donde se le sirve a Dios y El se manifiesta a su pueblo. En esta tercera etapa Dios revela a sus sacerdotes (Ap.1:6) el lugar donde deben servirle y las actividades que deben realizar para El. Entonces, aquel que entra tarde a su culto y por ello se pierde el sacrificio de alabanza, se priva de las revelaciones del Nombre de Dios, grande sobre su pueblo y menos está el que reciba la revelación de su servicio para Dios.

En Sión está su casa: aquí se nos muestra un cuarto plano. Representa estabilidad espiritual, permanencia, crecimiento y desarrollo de nuestras vidas gozando de las bendiciones espirituales y materiales que Dios provee, de acuerdo a sus perfectos planes para cada uno. Porque somos la casa de Dios, el templo viviente del Seńor; significa perseverancia y victoria en el logro de las metas en Cristo. En Sión está la asamblea de los justos, de los primogénitos, de la Sangre que habla mejor que la de Abel (Heb.12:18-24). Pero recordemos, primero es Judá, no se puede llegar hasta aquí obviando el sacrificio de alabanza.

Allí quebró las saetas y el arco, el escudo, la espada y las armas de guerra: Dios destruirá al enemigo. En el quinto plano, las armas de guerra son destruidas y como resultado de la victoria, ya no son necesarias las armas pues Dios está concediendo su paz. Algunos no tienen paz porque no tienen victoria; no tienen victoria porque no tienen casa estable, están lejos de Sión; no llegan a Sión porque están mal ubicados y no han encontrado su Salem para servir y dar culto a Dios; no encuentran su Salem porque no se deposita en ellos la grandeza del Nombre de Jehová como sobre todo su pueblo; y, no se ve en ellos grande el Nombre de Jehová, porque desprecian Judá, el sacrificio de alabanza para Dios.

Dicho en otras palabras: hay pueblo de Dios que sale mal de los cultos y lo refleja en su vida personal, porque menosprecian la alabanza para Dios y llegan tarde a su culto; como resultado, no reciben la propia ministración y beneficio espiritual derivados de la alabanza y adoración. Luego, no logran accesar en la plenitud del rhema de Dios, la Palabra predicada; por lo tanto, no localizan el lugar de su servicio y privilegios de Dios, se sienten fuera de lugar; entonces no logran su fortaleza y estabilidad espiritual que los lleva a la victoria en sus vidas, sobre sus problemas; buscan la paz y no la obtienen. Debe comenzarse por el principio. El sacrificio de alabanza es la clave, por algo era la llave con que David abría la puerta que conducía a Dios. Así como esté nuestro sacrificio de alabanza, así estará nuestra vida.


Pastor. Ricardo Pantoja Cruz

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